Teorías de las Relaciones Internacionales frente al E-Waste Global

TEORÍA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

La gestión de residuos electrónicos es un tema cada vez más urgente en el mundo actual, marcado por el avance tecnológico y el consumo masivo. Este problema no solo tiene implicaciones ambientales, sino también políticas, económicas y sociales a nivel global. A través de las teorías de las Relaciones Internacionales, podemos entender cómo los distintos actores del sistema enfrentan este reto, considerando factores como los intereses de los Estados, la cooperación internacional y las distintas formas en que cada sociedad percibe el desarrollo y la sostenibilidad. Esto nos permite ver por qué, a pesar de ser un problema compartido, las respuestas no siempre son coordinadas ni equitativas.

REALISMO.

Interés nacional vs responsabilidad ambiental y la ausencia de una autoridad internacional efectiva.

Desde la teoría del realismo clásico, el sistema internacional se basa en el interés nacional, donde los Estados buscan poder, seguridad y ventaja económica. Por eso, la responsabilidad ambiental internacional se ve como una obligación moral que no siempre coincide con sus objetivos estratégicos. Los compromisos ambientales solo se cumplen si aportan beneficios políticos o económicos, o si el incumplimiento implica sanciones o pérdida de legitimidad.

Un claro ejemplo es la gestión de residuos electrónicos. Países desarrollados como Estados Unidos y algunos de Europa exportan grandes cantidades de basura electrónica a países en desarrollo con normas ambientales más débiles, evitando así los altos costos de reciclaje en sus territorios. Esto muestra que los tratados internacionales tienen poco peso cuando chocan con los intereses económicos y de poder de los Estados.
Aunque existen acuerdos como el Convenio de Basilea y organismos como la UIT y la ONUDI, su capacidad para imponer regulaciones es limitada, ya que dependen de la voluntad de los Estados y carecen de mecanismos eficaces para asegurar su cumplimiento.

Desde la visión realista, esta debilidad se explica porque los Estados priorizan su soberanía y seguridad, evitando ceder autoridad a organismos internacionales. Por ello, aunque haya marcos jurídicos, su efectividad depende de que coincidan con los intereses nacionales, lo que perpetúa una gobernanza ambiental desigual y, en consecuencia, la mala gestión de los residuos electrónicos.


Competencia entre Estados por tecnologías y materias primas reciclables (como tierras raras).

Desde una perspectiva realista de las relaciones internacionales (basada en intereses y poder), el e-waste no es sólo un problema ambiental es una fuente estratégica de recursos, por que tierras raras y metales críticos (como el neodimio o disprosio) son esenciales para fabricar chips, turbinas, baterías y armamento avanzado. La extracción primaria de estos materiales está concentrada en unos pocos países (por ejemplo, China domina el mercado de tierras raras). Los residuos electrónicos contienen estos materiales ya extraídos, lo que convierte al reciclaje tecnológico en una forma de minería urbana estratégica.

¿Cómo contribuye la competencia entre Estados a este problema?
Desigualdad en capacidades de reciclaje: Países desarrollados (UE, EE. UU., Japón) invierten en tecnologías de reciclaje avanzadas. Países en desarrollo reciben toneladas de residuos, muchas veces ilegalmente, y carecen de infraestructura para un reciclaje seguro.

Resultado: dumping tecnológico, explotación de mano de obra informal y contaminación local.

Retención de recursos estratégicos: Algunos países limitan la exportación de e-waste reciclable para asegurar acceso a materiales críticos. Esto genera tensiones comerciales y legales, porque otros países quieren importar esos residuos como fuente de recursos.
Guerra tecnológica y acaparamiento
En un contexto de guerra comercial (EE. UU.–China, por ejemplo), se da una carrera por controlar las cadenas de suministro. La dependencia de recursos reciclables se convierte en un tema de seguridad nacional. Esto lleva a desincentivar cooperación internacional real sobre gestión equitativa y sostenible de residuos.

Impactos de este enfoque competitivo y extractivista
  • Se profundiza la brecha Norte-Sur: unos pocos reciclan con fines industriales, mientras otros asumen los riesgos ambientales y sociales.
  • Las normas internacionales (como el Convenio de Basilea) son burladas o aplicadas de forma desigual.
  • La innovación en reciclaje se concentra en manos de corporaciones y potencias, que ven en el e-waste una nueva “mina urbana” más que una urgencia ambiental.
Alternativas a este enfoque competitivo
  • Fomentar acuerdos multilaterales para el acceso equitativo a materiales reciclables.
  • Crear fondos globales para apoyar a países en desarrollo en infraestructura de reciclaje.
  • Impulsar el diseño responsable de productos (ecodiseño) para facilitar su desensamblaje y reutilización.

LIBERALISMO.

El papel de las organizaciones internacionales y la Cooperación internacional en el manejo de residuos electrónicos.

Desde el liberalismo, la gestión de residuos se enfoca en la cooperación internacional, la transparencia y la participación de actores no estatales. Esta perspectiva promueve la descentralización y la responsabilidad compartida entre gobiernos, empresas y ciudadanos, reconociendo el derecho individual a un medio ambiente saludable. Además, impulsa la innovación y la economía circular mediante la libre competencia y el desarrollo tecnológico. Para el liberalismo, los tratados internacionales y la colaboración entre estados son esenciales para enfrentar los desafíos ambientales de forma sostenible y eficaz.

Las organizaciones internacionales desempeñan un papel crucial en la creación de marcos normativos, en la facilitación del diálogo entre los países y en la promoción de soluciones compartidas para el tratamiento de los residuos electrónicos. Un ejemplo destacado es la Convención de Basilea, un acuerdo internacional adoptado en 1989 que regula el movimiento transfronterizo de desechos peligrosos, incluidos los electrónicos, y promueve su eliminación ambientalmente racional. Gracias a esta convención, se han establecido mecanismos legales para evitar que los países desarrollados exporten ilegalmente e-waste a países con menos capacidad tecnológica y normativa para gestionarlos de forma segura.
Asimismo, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) trabaja activamente en la elaboración de políticas ambientales sostenibles, ofreciendo asistencia técnica a los países en desarrollo y promoviendo programas que fortalecen la capacidad de reciclaje y el desarrollo de tecnologías limpias. A esto se suma la acción de organizaciones como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), que también impulsan estándares internacionales para el diseño ecológico de dispositivos electrónicos y fomentan la economía circular.

La cooperación internacional no solo se limita al ámbito normativo. También se manifiesta a través de la transferencia de conocimientos, tecnologías y financiamiento. Países con mayor capacidad tecnológica pueden colaborar con otras naciones para mejorar su infraestructura de reciclaje, capacitar a personal técnico y establecer cadenas de gestión de residuos que reduzcan los riesgos ambientales y sanitarios. Este tipo de cooperación permite que se desarrollen programas regionales o globales orientados al aprovechamiento de materiales reciclables presentes en los dispositivos electrónicos, disminuyendo así la dependencia de la extracción de nuevos recursos naturales.

Iniciativas público-privadas y acuerdos multilaterales.

El liberalismo en relaciones internacionales enfatiza la cooperación, las instituciones internacionales y la interdependencia entre actores estatales y no estatales. Bajo esta óptica, se reconoce que el problema de los residuos electrónicos (e-waste) requiere respuestas conjuntas y multilaterales, y que tanto el sector público como el privado tienen un papel fundamental en las soluciones sostenibles.

Las alianzas entre gobiernos y empresas privadas buscan combinar recursos, tecnología e innovación para resolver desafíos ambientales como el e-waste. Cómo lo son:Iniciativas público-privadas (PPPs),Alianza Global para la Acción en Residuos Electrónicos (GEM)

Estos acuerdos reflejan cómo la cooperación internacional regulada por normas es clave para abordar los flujos transfronterizos de residuos electrónicos
Convenio de Basilea (1989)
Alianza para la Acción sobre la Economía Circular (PACE)


CONSTRUCTIVISMO.

Percepción de los residuos en distintas culturas e identidades nacionales frente al consumo tecnológico.

Desde el constructivismo, entendemos que los residuos tecnológicos no se ven igual en todos los países. Cada sociedad les da un significado distinto, según su cultura, valores y forma de entender el mundo.

*Países desarrollados como Alemania o Japón:*
Ven los residuos tecnológicos como problemas ambientales. Se promueven prácticas como el reciclaje y la economía circular, porque hay una identidad colectiva enfocada en la sostenibilidad.

*Países en desarrollo como Ghana, India o México:*
Muchos ven los residuos como una oportunidad económica. Hay comunidades que reparan, reutilizan o venden piezas, porque su identidad social está más ligada a la supervivencia y el aprovechamiento de recursos.

*Sociedades consumistas como EE. UU. o sectores urbanos en China:*
El cambio constante de dispositivos tecnológicos es símbolo de estatus o modernidad, por eso se genera más basura electrónica, pero muchas veces no se ve como un problema urgente.

Cada país construye una idea distinta sobre qué significan los residuos. Estas ideas dependen de su historia, cultura e identidad. Por eso, las soluciones no pueden ser iguales para todos, deben adaptarse a cómo cada sociedad percibe el problema.


Normas y discursos sobre "tecnología verde" y el desarrollo sostenible.

Los Residuos de E-Waste y el Desarrollo Sostenible
-El E-Waste como construcción social y moral
El problema de los residuos electrónicos no es solo técnico o ambiental, sino también simbólico y ético. El discurso global en torno al e-waste lo presenta como un reto de justicia ambiental y responsabilidad compartida, lo que obliga a los Estados y empresas a responder no solo por eficiencia, sino por legitimidad y reputación.
Ejemplo: El vertedero de Agbogbloshie en Ghana es visto como un símbolo de la desigualdad tecnológica global.

-Normas internacionales como reguladoras del comportamiento
Normas como la Agenda 2030 (ODS 12 y 13), la Convención de Basilea o los principios de economía circular son marcos que definen comportamientos esperados en la gestión del e-waste. Estas normas no siempre son coercitivas, pero influyen en la percepción global de quién actúa de forma ética o irresponsable.
Ejemplo: Países que exportan e-waste a naciones en desarrollo enfrentan presión internacional por prácticas injustas.

-Construcción de identidades sostenibles
Estados, ciudades y empresas buscan posicionarse como líderes sostenibles mediante políticas activas de reciclaje tecnológico y gestión responsable. Estas políticas no solo responden a necesidades técnicas, sino a la construcción de una identidad ecológica y moderna ante la comunidad internacional.
Ejemplo: Países nórdicos o Japón promueven la recolección avanzada de residuos electrónicos como símbolo de desarrollo ético.

-Transformación de intereses mediante el discurso
El constructivismo sostiene que los intereses pueden cambiar cuando las normas y discursos lo hacen. La presión social, los acuerdos multilaterales y el activismo ambiental han hecho que muchos actores vean el reciclaje de e-waste no como un gasto, sino como una inversión estratégica y una ventaja reputacional.
Ejemplo: Empresas tecnológicas adoptan políticas de reciclaje para fortalecer su imagen pública y cumplir estándares globales.

El problema del e-waste no puede entenderse solo en términos técnicos. Desde el constructivismo, es clave analizar cómo las normas, discursos e identidades influyen en las decisiones internacionales. La forma en que los residuos tecnológicos son gestionados refleja no solo capacidades materiales, sino valores compartidos, compromisos éticos y marcos sociales de interpretación. Por tanto, el desarrollo sostenible requiere también una transformación en la manera en que concebimos y narramos nuestra relación con la tecnología y el medio ambiente.


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